-¿Cómo ve la experiencia actual de sentarse a comer?
-Hoy vas a comer y tenés que estar muy calladito. A pesar de que vos elegís el lugar, el mozo te trae el plato y te corta la charla para presentarte lo que va a servir. Ahí es cuando yo le digo: "Flaco, andate. Ya sé lo que pedí. Me encanta la comida, pero estoy hablando con ella y no me interrumpas". Es como arrogante la postura actual de los restaurantes.
-¿Es necesario contar una historia con el plato?
-Un plato es un mensaje. Hay algo que la gente lee. Si estoy comiendo una molleja a la plancha con chimichurri, puede ofrecer cosas para el gusto y el olfato. Pero tampoco se puede llevar a un extremo de búsqueda tan profundo como, por ejemplo, de dónde llegó esa papa. Cocinar es abrir una heladera y producir algo rico en 20 minutos. Esa es la verdad de cocinar. Pensar en una cena para el sábado porque vienen amigos sucede una vez por mes, pero la realidad de todos los días es mirar cuatro cosas y cocinar algo. Esa es la delicia de cocinar. Se puede cocinar rico con pocas cosas, y no necesariamente tiene que ser perfecto. Hacer una lista, ir al supermercado y tener todo es aburrido. Cocinar es comer algo rico, tomar un buen vino y, en el fondo, que vos y yo, después de comer, tengamos una conversación mejor. Porque la comida, más allá de sacar el hambre, induce a que seamos más abiertos, más incisivos.