Hoy cocinamos pescado y quedó un olor bastante fuertecito en toda la casa. Decidimos prender velas para amortizar la esputza y después de eso emprendimos la rutina nocturna de sacar a coco a dar una vuelta.
Me puse a pensar en accidentes inesperados y ordené las velas en un lugar donde no hubiera ningún peligro en caso de que se cayeran (el mármol de la mesada).
En ese momento me acordé del último día de JM. De la tristeza y de una cadena de mails que decía que prendamos una vela en su nombre para esperar el milagro.
M. vino a casa, las dos estabamos un poco angustiadas y ahogamos las penas en 1 o 2 litros de quilmes.
M. después de un rato me dijo, "yo prendí la vela en casa, pero viste como es esto, ahora tengo miedo de que se incendie todo".
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